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¿Cansado de las aglomeraciones en París o Roma? Te presentamos una selección de 10 ciudades europeas que, aunque no siempre salen en las portadas, roban el corazón a cualquiera que las visita. Historia, paisajes y mucha autenticidad te esperan, ¡te las enseñamos!
A veces, para encontrar la verdadera magia de Europa, hay que alejarse un poco de las rutas más trilladas. Hay rincones donde el tiempo parece haberse detenido, donde los canales sustituyen a las carreteras y donde la historia se respira en cada piedra. En este número, analizamos los 10 destinos que están llamados a ser la tendencia viajera de los próximos años. Prepara la maleta (y la cámara), porque estos lugares te van a enamorar.
Situada a unas tres horas de vuelo (generalmente haciendo escala en Dubrovnik), Mostar es el corazón de Bosnia-Herzegovina. Merece la pena visitarla por su icónico puente otomano, el Stari Most, que une las dos orillas de la ciudad y simboliza la reconciliación. Como curiosidad, el puente original fue destruido durante la guerra y reconstruido piedra a piedra con las técnicas originales. No puedes irte sin probar el café bosnio en el bazar antiguo, una bebida muy fuerte servida en juegos de cobre tradicionales, y un buen tip es acercarte al puente al atardecer para ver a los clavadistas locales saltar al río desde sus 24 metros de altura.
A unas dos horas y media de vuelo a Múnich más un trayecto por carretera, se encuentra Rothenburg ob der Tauber, probablemente el pueblo más fotogénico del país. Sus murallas, torres y casas de entramado de madera lo convierten en uno de los lugares más pintorescos de Alemania. Es ideal para recorrerlo a pie, perderse por sus callejuelas y disfrutar de su ambiente tranquilo. Merece la pena perderse en él porque parece el escenario de un cuento de los hermanos Grimm; de hecho, se dice que inspiró el pueblo de Pinocho. Lo más típico aquí es probar el Schneeball, un dulce de masa frita cubierto de azúcar, y pasear por la muralla completa que rodea el casco histórico. Un detalle fascinante es que en esta ciudad la Navidad dura todo el año gracias a sus famosas tiendas de adornos artesanales.
Conocido como “la Venecia holandesa”, Giethoorn es famoso por sus canales, puentes de madera y casas con tejados de paja. No hay carreteras en el centro, lo que hace que el paseo en barca sea casi obligatorio. Es un destino perfecto para desconectar y disfrutar de la calma. Está a unas 2 horas y media de vuelo desde España hasta Ámsterdam, y luego se llega fácilmente en tren y bus. Lo más típico es alquilar una pequeña barca eléctrica (llamada "bote susurrador") para navegar a tu aire. Como tip, intenta llegar antes de las 11 de la mañana, que es cuando el silencio todavía reina antes de que lleguen los grupos de turistas.
Matera es una de las ciudades más antiguas del mundo y se encuentra en el "empeine" de la bota italiana. Merece la pena por los Sassi, viviendas e iglesias excavadas directamente en la roca caliza. Es un monumento viviente que te transporta a la prehistoria. Es muy típico perderse por sus laberintos de escaleras y visitar las iglesias rupestres. Curiosamente, el lugar estaba tan degradado en los años 50 que fue evacuado, pero hoy es un lujo alojarse en uno de sus hoteles-cueva. Desde España se suele volar a Bari y continuar en coche o tren. Es un destino que combina cultura, paisaje y gastronomía del sur de Italia.
Esta ciudad de nombre impronunciable es la joya oculta de Polonia, a unas 3 horas de vuelo directo desde España. Merece la pena por su vibrante Plaza del Mercado y sus más de cien puentes sobre el río Óder. Un monumento imperdible es la Isla de la Catedral (Ostrów Tumski). Lo más curioso de Wroclaw es que está "invadida" por cientos de pequeñas estatuas de gnomos de bronce; un tip divertido es intentar encontrarlos mientras recorres el centro. Comer pierogi (empanadillas) en un bar mleczny es la experiencia más típica y auténtica que puedes tener.
Situada en la región de la Alsacia, a unas 2 horas de vuelo a Basilea o Estrasburgo, Colmar parece sacada de cuento. Merece la pena por sus casas de entramado de madera de colores pasteles y el barrio de la Petite Venise. Es un destino típico por sus vinos blancos y su gastronomía contundente. Una curiosidad que pocos saben es que el creador de la Estatua de la Libertad nació aquí, por lo que encontrarás una réplica de la estatua en una de las entradas de la ciudad. El mejor tip es ir durante el mercado de Navidad, aunque en primavera sus flores también son espectaculares.
A unas 3 horas de España (volando a Dubrovnik, que está muy cerca), Kotor emerge entre montañas que parecen fiordos noruegos en pleno Adriático. Merece la pena por su casco antiguo amurallado, que es Patrimonio de la Humanidad, y por la subida a la Fortaleza de San Juan. Lo más típico, además de sus plazas empedradas, es encontrarse con gatos por todas partes: son los protectores oficiales de la ciudad. Un tip: si quieres las mejores vistas sin el esfuerzo de los mil escalones, hay una ruta de senderismo trasera llamada "la escalera de Kotor" que es mucho más llevadera.
Fue la primera capital de la Grecia moderna y está a unas 3 horas y media de Atenas. Merece la pena por su elegancia neoclásica y su ambiente costero refinado. Los monumentos clave son la Fortaleza de Palamidi, con sus supuestos 999 escalones, y el pequeño castillo de Bourtzi en medio del mar. Es muy típico pasear por su puerto al atardecer y comprar un Komboloi (un rosario de cuentas griego para calmar el estrés). Es un destino ideal para quienes buscan la Grecia auténtica lejos de las islas más masificadas.
A un paso de casa, especialmente si usas el AVE desde Madrid o Sevilla, Córdoba es una explosión de historia. Merece la pena visitarla por la Mezquita-Catedral, un monumento único en el mundo que mezcla el arte omeya con el cristiano de forma asombrosa. Lo más típico es perderse por la Judería y visitar los patios cordobeses, que son Patrimonio de la Humanidad. Una parada obligatoria como andaluza: prueba el salmorejo y el flamenquín en cualquier taberna del centro, pero evita los atrapa guiris (como red flag, evita cartas con fotos y paellas como portada). Evita también las horas puntas de calor en verano, ¡la ciudad es famosa por sus altas temperaturas!
Este es el destino para los que buscan algo salvaje y diferente. A unas 3 horas de vuelo a Tirana más un viaje por carretera, Himare es el corazón de la Riviera Albanesa. Merece la pena por sus playas de aguas turquesas y su ambiente relajado que recuerda a la España de hace 40 años. Lo más típico es visitar el Castillo de Himare en lo alto de la colina y disfrutar del pescado fresco a precios imbatibles. Curiosamente, en esta zona se habla una variante del griego antiguo y el albanés, lo que le da un aire cultural muy especial.
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